El último día -hace más de seis años- que vi a mi mamá nos estábamos despidiendo. Vivíamos en un departamento de un lugar llamado “Tatum Place”, en Scottsdale, AZ. Ese día mis hermanos nos llevarían a Dulce y a mí al aeropuerto porque veníamos a pasar una temporada con mi papá.
Cuando Hugo nos dijo que ya era hora, que subiéramos al coche, abracé a mi mamá y sentí que media vida se me quedaba ahí. Intenté decirle cuánto la amo, pero no me salió. La abracé durante unos segundos y cuando me separé me secó una lágrima y me dijo que me portara bien. Ya en el coche, me costó mucho voltear a verla, pero al fin lo hice y la vi ahí, parada en medio del estacionamiento viendo cómo sus hijas se iban y sin saber cuándo las iba a volver a ver. No alcancé a ver si seguía llorando.
Hoy es su cumpleaños.
2 Comentarios:
No dejo de pensar que esas enormes tristezas que a veces te han rodeado te van haciendo más fuerte.
Saludos
Uno nunca sabe cuándo es la última vez. Yo a veces pienso en todas las últimas veces que todavía no sé que son últimas veces y me da miedo. Crecer es un poco eso: darse cuenta de que nuestras posibilidades infinitas se derrumban con el tiempo y el constante presente.
Publicar un comentario