26/7/09

Gente horrible

26/7/09
El otro día estaba muy contenta haciendo mi tarea y mi papá entró a mi cuarto a decirme que una amiga suya le había pedido la casa (MI casa) para hacer la fiesta de primera comunión de sus hijos, que iba a llenar la piscina y demás. No muy feliz le dije que equis, pero que no quería el piso todo mojado y mucho menos chamacos haciendo desmadre en mi cuarto.

Llegó el día del gran evento y yo me fui temprano a la escuela (porque iba en camión), esperando que para cuando regresara a la casa la fiesta ya hubiera terminado. Oh, qué equivocada estaba.

Eran como las seis de la tarde cuando me bajé del camión en la esquina de la casa y había unos charcos bien grandes porque toda la mañana llovió. Por suerte no me mojé, pero igual andaba de mal humor porque... pues porque así soy a veces.

Total que cuando abrí la reja, alcancé a ver que en la sala estaba acostadote un sujeto como de 17 años, sin zapatos y con un plato de chicharrones sobre su abdomen, viendo la televisión. Me acerqué a la puerta y lo vi de la forma más fea que puedo (y vaya que puedo ver feo a la gente), pero el tipo ni se inmutó y siguió comiendo sus chicharrones con singular alegría.

Le grité a mi papá para que acercara algo en qué secarme los zapatos, pero entre la televisión, el desmadre de como nueve chamacos y la música tropical, no me escuchaba, así que me quedé en la puerta gritándole a mi papá y viendo al sujeto de las frituras acomodarse para seguir tragando. En eso escuché la voz de una señora diciendo "creo que hablan allá afuera", y así fue como mi papá se enteró de que había llegado. Entré directo a mi cuarto, no sin antes ver a unas personas embriagándose y cantando en el comedor.

En mi cuarto hay dos ventanas; una da al pasillo y la otra al patio donde está la piscina. Al cerrar las cortinas, vi que en la alberca no sólo había niños, sino también un perrito de esos chiquitos blancos lanudos feos. Se me hizo asqueroso que estuvieran chacoteando en el caldo de perro, pero bueno, cada quien con sus asquerosidades. Total que me acosté a esperar que la gente terminara de festejar. En eso estaba cuando escuché ruidos del lado del pasillo, donde estaba secándose un juego de toallas que mi madre me había mandado de Arizona. Cuando volví a asomarme ya no estaban las condenadas toallas, así que corrí a la otra ventana sólo para ver cómo los fabulosos escuincles estaban secando al perro con una de mis toallas. Me asomé al comedor para contarle a mi papá lo ocurrido... como a los seis minutos terminó la fiesta.

Al otro día andaba bien enojada y mi padre tuvo el buen tino de decirme "ay, pues para qué las dejas ahí!".

No ha habido más primeras comuniones en mi casa.




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