De ponches, piñatas y estrellas

Cuando era niña me gustaba diciembre no por Navidad ni por regalos ni nada de esas cosas. A mí me gustaba por las posadas.

Desde que recuerdo, en la calle donde está la casa de mi abue se hacen posadas. Había una señora (y espero que siga habiendo, aunque no sé porque siempre ha estado muy viejita) que a principios de mes pasaba a todas las casas a preguntarle a las personas si querían entrar al asunto de la posada. Como casi todos entraban y nada más son creo 9 días, la onda se organizaba entre varios vecinos, entonces uno hacía el ponche, otro las piñatas, los aguinaldos y así. En casa de mi abue siempre hacían, aparte, algo para cenar.

Como a las ocho de la noche empezaba a llegar la gente y cuando ya había mucha, empezaba la cosa. La señora que organizaba llevaba a los peregrinos y se los daba alguna de las personas a las que les tocó la posada para que los cargaran. Se repartían velitas y entonces empezaba la caminata por toda la calle. La doña iba diciendo un montón de cosas y la gente contestaba con no sé qué, pero la onda de ir caminando con la velita era ver quién se atrevía a hacerle la maldad al de adelante y quemarle el cabello, aunque pocas veces sucedía.

De regreso en la casa, unos se metían, cerraban la puerta y empezaba el “eeen nombreee del cieeeelo…”. Terminaba la cantada y entonces era hora de repartir el ponche y colgar las piñatas. Yo no sé de dónde sacaron lo de llenarlas con dulces… allá las llenaban con frutas (jícamas, naranjas, mandarinas, cañas, tejocotes y demás, pero la onda era acomodarlas para que con los golpes del palo no se hicieran puré), ptrr.

El momento de la piñata era el más divertido porque nunca faltaba el manchado que con los ojos tapados no le dio ni un golpe, pero cuando ya lo van a quitar se levanta la venda y le da un buen madrazo. Allá igual había que cuidarse de no caer muerto por 1) un palazo del loco en cuestión; y 2) que te cayera la piñata encima porque estaban hechas con ollas de barro.

Recuerdo que una vez, cuando tenía como 7 años, había una piñata de estrella y de alguna manera yo tenía uno de los picos, pero una escuincla negra fea llegó bien loca y me la quitó y me puse a llorar. Fui con mi mamá y ella, en vez de conseguirme otro pico, me regañó por dejarme y me dijo que fuera a quitárselo de vuelta. La niña fea estaba de espaldas y le jalé el cabello, le quité el condenado pico y me fui corriendo de regreso con mi mami.

Cuando eso acababa, se repartían los aguinaldos, que eran bolsitas con fruta, galletas o dulces a los niños que por pequeñitos o tontitos no habían logrado agarrar nada de la piñata. Allá, de niño, la onda era formarse varias veces y engañar al repartidor para recibir aguinaldo más de una vez. Mi mamá siempre nos regañaba porque, además de tener fruta de la piñata, agarrábamos las bolsitas y nunca nos comíamos nada, en especial los tejocotes, pero se los dejábamos a mi abue para que hiciera dulce con ellos.

Al final sólo se quedaban unos cuantos impertinentes exigiendo su ponche “con piquete” y así se podía prolongar hasta convertirse en fiesta.

Eso era todos los años. Hace mucho que no voy y no sé si siguen haciéndolo. La última vez que lo vi fue hace como 5 años, y aunque seguían haciéndolo igual, yo ya no lo veía tan divertido.

Este fue mi post navideño, y adivinen qué… me gustó.

Música de: Alguien - Rodolfo el reno